Se nos fue Iro

Por Alfonso Sandelis

Se nos fue Iro. Un consecuente hasta la médula. Un revolucionario cabal. Un tipo raro por su doble cualidad de ser muy exigente y muy humano. Tal vez no sea muy conocida la anécdota de cuando se enfrentó a un delincuente en una guagua y se llevó una puñalada, porque su valor no se restringía a su verbo y a las redes sociales, sino también a dar al pecho físicamente, ese que lo llevó a Angola. Su genialidad le permitió resaltar en la CUJAE, como cuadro de la UJC, en la Editora Abril, el Instituto del Libro y en los medios. Sus críticas eran demoledoras, como si a la Revolución le fuera la vida en cada error, pero su humanismo venía detrás a favor del criticado, cuando era un verdadero compañero de trinchera. Por donde pasaba se hacía notar, no solo por su inteligencia, sino también por algún objeto que quedaba roto a su paso, de su torpeza. Su modo de caminar y su cuello girado, eran parte de su descuido. Y es que no tenía tiempo para preocuparse por su imagen personal, pero la limpieza de su alma lo dejaba siempre a salvo. Y allí estaba Cuqui para enternecer sus severidades y torpezas. El dolor de Rubén y Javier estará desde la piel hasta lo más hondo, pero también el consuelo de no haberle fallado nunca a su padre, y el compromiso de seguirlo honrando. Ellos, a su manera, son su continuidad en el contenido. Mañana amaneceremos sin él, y pasado y más allá, Pero seguirá vivo en cada uno de nosotros, en el local de la Juventud de la CUJAE, en su oficina de F y 15, en sus broncas por la red, en la Pupila, Con Filo y Cuadrando la Caja, en su enfrentamiento a los poderes, en la simpatía de su consecuencia, en su admiración por Villena, en un banco de un estudio de televisión, en una silla de la Casa de la Amistad. Ahora estará como Alejandro Herrera, sobrevolando sobre nosotros, alertándonos y pensándolo en los debates, en los momentos duros y en las alegrías de la Revolución, su amada Revolución. Un abrazo, Iro, de carne y alma.

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